Le motivaron a marchar a ese sitio unos latidos rápidos y desgarradores como nunca los había sentido antes y que presagiaban, en ese instante, la razón del desasosiego de su estancia en la ciudad.
Al irse acercando allí, paulatinamente, comprendió que ya no lo podía seguir negando más. Comenzó a reírse a carcajadas, sin saber el motivo y ni el por qué este lugar —donde había hallado al ángel cautivador— no era el que caracterizaba a un espacio cualquiera sino al correspondiente de un ambiente saturado de mucha luz, alegría y amor.
A partir de ese instante, él sintió que ese lugar poseía una energía que —de una forma u otra— le obsequiaba un elixir más para seguir viviendo. Es así como decide volver a entrar nuevamente a la oficina donde había visto por primera vez al ángel que ansiaba encontrar otra vez. Y buscándola con la mirada —y sin perder la sonrisa en sus labios— se topó directamente con aquella mujer de ojos tiernos y cálidos que le terminaron de abrir el corazón. En este justo instante cuando quiso saludarla —y sin saber por qué— él comenzó a tartamudear al tratar de decirle alguna palabra, pero no le salía ninguna!
De esta manera —y con un poco de sonrojo — pudo disculparse y pedirle nuevamente, con un ademán de manos, el mapa que anteriormente ella le había mostrado sobre la ciudad.
vorbelutrioperbir dice
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